El Amor de Dios, La Gracia del Jesucristo y la Comunión del Espíritu

Romanos 8 es un capitulo de seguridad. Comienza diciéndonos que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús y termina exclamando que nada nos podrá separar del amor de Dios. En medio de esto nos asegura que todas las cosas ayudan a bien a los que son llamados conforme al propósito de Dios. Aunque el énfasis del capitulo esta en la obra del Espíritu, en realidad es una descripción de la obra de la trinidad--de la seguridad que el Dios trino imparte a sus redimidos. El Padre nos brinda su amor soberano, el Hijo su gracia justificadora y el Espíritu su comunión santificadora: el amor de Dios, la gracia del Señor Jesucristo y la comunión del Espíritu Santo (2 Cor. 13.14). De modo que la seguridad de la salvación no es una simple convicción teológica, es una realidad que viven los elegidos de Dios y cuyas evidencias son concretas y palpables primero en la conciencia del creyente por el testimonio de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo y luego a los ojos del mundo que ve la vida transformada y el avance en la santidad de los hijos de Dios. Esto es lo que los antiguos reformadores llamaron ‘la perseverancia eterna de los santos'.